Por fin me siento a desayunar con vosotros.
Se me ha hecho eterno...
Es que estoy con un cuento...
Bueno, si os digo la verdad,
con varios cuentos entre manos,
y me estoy volviendo loca.
Ya esta semana termino uno de ellos.
Y creo que me dará la típica
borrachera de amistad y amor
que me suele dar cada vez que termino algo
que me ha llevado de cabeza.
Los síntomas son sentirte tan agradecida
que vas sonriendo a todo quisqui,
tienes buenas palabras para todos,
te dan ganas de gritar al mundo que eres feliz,
irías repartiendo abrazos a diestro y siniestro...
En fin, lo típico que al día siguiente te hace
no salir de casa por miedo a represalias.
Bueno, deseo este estado azucarado
con todas mis fuerzas
aunque que ya son muy, muy pocas.
Mi desaparición también se debe a que
he estado desde el domingo hasta ayer en Albacete.
Esta vez con los bibliobuses,
para las campañas de animación a la lectura.
Visitando pueblos pequeños
en los que hay colegios con muy pocos alumnos.
Colegios tan pequeños que solo tienen dos clases:
Una para infantil con niños y niñas de 3 a 5 años.
Y otra de primaria con niños y niñas de 6 a 12 años.
Todos juntos en la misma clase.
Los maestros tienen que dar clase
a todas las edades a la vez.
Lo cual me parece una heroicidad.
Me decía una profesora,
que de alguna manera se enseña a los niños
a ser más autónomos,
pues deben organizarse
para seguir aprendiendo y avanzar
mientras ellos atienden a los demás...
Todos los maestros y las maestras
me parecen héroes, pero estos más si cabe.
He visitado colegios con tan solo 10 alumnos,
cuyos profesores temen que se lo cierren
porque cada vez hay menos niños en los pueblos.
Muchos de estos colegios llenaban sus pupitres
con hijos de inmigrantes
que se han tenido que marchar con la crisis.
Son pueblos sin biblioteca
a los que va un Bibliobus,
fantásticamente equipado.
En fin, que ha sido una experiencia
bien interesante, bien bonita.
Son los momentos que tengo
para estar más cerca de mis lectores
y aunque puedo hacerlo poco
porque siempre estoy muy atareada,
es genial.
Recuerdo con especial cariño
a los alumnos del colegio de Alcadozo.
Creo que jamás disfruté tanto de un encuentro.
Me los hubiese comido a besos a todos.
Uno por uno.
Qué curiosidad y qué interés,
preguntaban y preguntaban...
Qué gente tan estupenda...
Y Juan, no sé si me leerás
pero te mando desde aquí un abrazo inmenso,
tu compañía ha sido una verdadera gozada.
Da besos a Javier, a Cuca y a Amparo,
un equipo alegre donde los haya.
Bueno, navegantes
prometo venir más a desayunar.
¡Que la Fuerza nos acompañe a todos!
¡Mil besos!
Una experiencia genial sin ninguna duda.
ResponderEliminarLas ilustraciones son preciosas.
Un abrazo
Que bueno lo que contas. Vivo en el interior de argentina y nuestra realidad es tal cual lo que relatas!!!!!!
ResponderEliminarPor ahí leí el otro día algo parecido, que los niños de los colegios de los pueblos eran capaces de desarrollar habilidades sociales diferentes justo por esto, porque al estar estudiando con niños de otras edades se producían experiencias de conocimiento más enriquecedoras a los que ocurrían entre niños de la misma edad, y además como dices, los niños acaba siendo más autónomos.
ResponderEliminarAhora los niños tendrán un recuerdo imborrable de tu visita. La relacionarán con dibujos, colores, historias y...cariño. Hace falta gente amorosa como tú. Un abrazo.
ResponderEliminarQué preciosidad, qué maravilla. Un abrazo, guapísima.
ResponderEliminarBueno, Mónica, yo trabajo en escuelas rurales en las que hay una única clase con niñas de Infantil y Primaria todos mezclados y te digo que es toda una experiencia trabajar así; es de lo más gratificante.
ResponderEliminarCon tu permiso me llevo tus imágenes a mi blog para hacer unos puzzles con motivo del día del niño (mencionando al autor y enlazando a tu blog).
Muchas gracias.