Leche recién ordeñada.

¡Buenos días, navegantes!

Quería haber llegado antes con el desayuno 

pero, medrecita del amor hermoso...

Hoy en Segovia hemos amanecido 

con un sol maravilloso. 

Lo que no quiere decir que no haga frío.

Pero aprovechando este sol, he ido temprano

a por leche recién ordeñada para vuestro desayuno.

Para que pudieseis disfrutar de esta leche tan rica,

me he abrigado bien, 

me he calzado las botas de andar 

y he subido una montaña muy, muy alta. 

He cruzado ríos, saltado vallas, 

he corrido delante de un par de perros

de lo más peligrosos,

he tenido que deshacer camino,

en dos o tres ocasiones, 

corriendo tras la lechera de aluminio 

que caía rodando. 

Pero he vuelto a subir, sí, un poco marrón 

por el barro con el que me he embadurnado 

al caer en algún que otro charco...

El caso es que lo he conseguido:

 os he traído leche de lo más fresca.

Por el camino, mientras correteaba pizpireta,

 me he acordado de cuándo era pequeña 

e iba a pasar los fines de semana 

a casa de mis abuelos 

y comprábamos la leche recién ordeñada.

Me acordaba en cómo llenaban

 la lechera de aluminio pequeña 

con de otra enorme, 

de cómo caía la leche, tan blanca, tan fresca...

Cuando llegábamos a casa 

a mi abuela le gustaba hacer tostadas 

con la nata de la leche y con azúcar.

A mí no me gustaba,

 pero siempre me ha encantado ver 

cómo disfrutan los demás con estas cosas.

Este es uno de los dibujos que estoy haciendo, 

para ilustrar una historia muy graciosa 

para una revista americana para niñ@s:
 "Highlights"

Cuando se publique ya os la enseñaré entera.

¡Disfrutad del domingo, 

navegantes de mis entretelas!