Buenos días, navegantes.
Hoy no voy a ser la alegría de la huerta.
Lo siento.
Desde ayer estoy indignada, triste y decepcionada.
Tengo, a la altura del pecho, un vacío negro y profundo.
Un pozo por el que mi corazón parece precipitarse en caída libre.
Esta horrible sensación se tiene muchas veces a lo largo de la vida,
y aunque por motivos muy diferentes, casi siempre,
responde a un sentimiento de tremenda injusticia.
Pocas veces me suelo quejar, porque me considero una privilegiada
por poder dedicarme a esta profesión que me hace respirar
y vivir con más fuerza cada día, que me hace poder expresarme
y dar rienda suelta a mi alma.
Pero la profesión de ilustrador es dura, muy, muy dura
y estoy convencida de que much@s compañer@s de profesión
estarán de acuerdo conmigo.
Se trabaja mucho, muchas horas, con mucho esfuerzo,
con mucho corazón y entregando el alma.
Todo esto en cada uno de nuestros trabajos,
en cada libro, en cada ilustración.
Una se acostumbra a gustar a unos y a no gustar a otros,
a ser invisible para algunos críticos y gente entendida,
a no aparecer en las famosas listas de ilustradores latinos,
y tampoco en las de ilustradores españoles,
a pesar de llevar diez años en la profesión
y tener más de 40 libros publicados...
Sí, en este trabajo hay que ser muy fuerte para no desesperar,
para no perder la seguridad, la fe en tu trabajo
y en ti mismo como profesional.
También, parece que hay que acostumbrarse al plagio,
a que te copien, a que utilicen tus trabajos sin nombrarte,
y a que te fusilen una idea en la que llevas trabajando
con verdadero interés y amor durante mucho tiempo.
Este es el caso de la colección de ilustraciones
"Pequeñas cosas que nos hacen sentir muy bien",
este trabajo en particular es parte de mi vida de ilustradora,
es algo que amo, una de las cosas que más disfruto haciendo.
Me encanta regalaros por las mañanas esas "pequeñas cosas".
He ido recopilando un montón de láminas,
de ilustraciones para esta colección
porque mi idea es hacer pronto un precioso libro.
Pues bien parece ser que una "colega" va a sacar
un libro con esta idea "disfrazada".
Sí, ya sé, somos libres, ya no hay límites,
todo vale, todo está hecho y parece que todo se puede hacer.
Ya no hay ética, ni principios, ni si quiera hay justicia universal,
esa en la que cuando era más pequeña
necesitaba creer para sobrevivir.
Se ha perdido la vergüenza, la honestidad y la bondad.
Todo vale cuando está el "éxito" de por medio.
Lo único que puedo hacer es sujetar mi corazón
para que no se pierda en el pozo.
Sujetarlo y seguir luchando por ser buena persona,
y trabajar con todo mi corazón,
porque lo que hagan los demás se me escapa.
La cara dura de los demás se me escapa.