Febrero y el dragón.

Primer plano del castillo.

Aldea casi solitaria.

El mago de mis entretelas.

¡Buenos días, navegantes!

Observad la ilustración superior.

Sí, la primera, la del dragón,

porque así me hallo...

Y es que febrero se me presenta 

como un dragón rabioso, furioso
y llameante.

Y aunque la escena es espeluznante 

y por vigésimo quinta vez,

 me dan ganas de salir corriendo 

y no dar pistas de mi paradero. 

Podría ocurrir algo curioso,

 y podría ser que asustada yo 

y trás quedarme petrificada, 

espada en mano,

 frente a un futuro chamuscado 

por la fiera que me acecha,

decidiera correr 

como si no hubiese un mañana 

a aquella aldea que veis
a vuestra izquierda,

cuyos habitantes me dirían:

- ¡Ay Momo, qué exagerada eres 

y que engañada estás, criatura!

El dragón, el "dragoncito" en realidad, 

es como "un osito de peluche" 

"un angelito que, encima, mantiene 

nuestras chimeneas siempre a punto".

Simpático, tierno, muy besucón 

aunque un poco baboso,

que pone ojitos con cualquier motivo...

Además mira, ahora va a venir 

el mago ese que ves en el castillo 

y que no para de hacer aspavientos

y te va a conceder el deseo
de que te salgan

 tres pares más de manos 

con sus correspondientes brazos.

¿A que estás contenta?

(Bueno, contenta, contenta...)

Navegantes, aquí tenéis al mago,

 os lo presto para que le pidáis
un deseo cada un@.

Y el dragón es muy,
pero que muy cansino

 pero tiene buen fondo.

Pronto os contaré el porqué
de esta ilustración tan "espeluznante"
a la par que colorida.

Seguro que os gusta.

¡Se os quiere, navegantes!